miércoles, 15 de julio de 2015

A mi bisabuela...

Si ella pudiera leer esto ahorita, ¿qué no le diría?
Seguramente le repetiría lo mismo que le he dicho siempre, pero agregaría muchas cosas más...

Recuerdo que era mi compañía cuando yo era niña y todavía no había entrado al colegio, ella siempre se rió de mis payasadas y ocurrencias pero, al mismo tiempo, cuidaba que no me pasara nada malo.
Ella me ayudó a aprender a contar hasta 100, aunque mi recuerdo de esto es muy vago.

Desde que tenía 10 años, ella empezó a regalarme cosas que tenía guardadas: anillos, pulceras, collares, joyeros, etc., siempre repitiendo que muy pronto no estaría entre nosotros.
El día de mi Primera Comunión, específicamente, fue la primera vez que lo dijo, me regaló un rosario y yo me reí con ella, sabiendo que nos faltaba mucho por vivir juntas.


Los años siguieron pasando y nuestras conversaciones cada vez se hicieron más escasas hasta llegar a inexistentes. No es que haya dejado de existir el vínculo que siempre nos unió, al contrario, sigue siendo igual de fuerte, pero por su edad, es complicado que escuche cuando se le habla.
Sin embargo, seguimos haciéndonos reír con nuestras ocurrencias.

Hace unos meses cumplió 100 años y entonces empecé a ver en retrospectiva todo lo que sabía de ella por sus historias, sus fotos, etc.
No me di cuenta a qué hora su cabecita se llenó de canas y ahora parece una bolita de algodón. No me di cuenta cómo cada día caminaba más lento y ahora necesita ayuda para no caerse. No me di cuenta que cada vez hablaba menos y ahora apenas forma oraciones completas para contarnos sobre cosas que realmente no están sucediendo.
Pero sí me daba cuenta cada día cómo sus ojos seguían brillando igual que siempre al escucharnos hablar, al ver un platillo que le gustaba sobre la mesa, al recibir muestras de cariño.

Ayer ese brillo en sus ojos no estaba, y sentí mucho miedo de perderla, recordé esas palabras que me dijo por primera vez en mi primera comunión y retumbaron en mi mente toda la noche.
Todos sabemos que los viejitos no son eternos, pero no hay nada que lo prepare a uno para verlos apagarse poco a poco.

Solo espero, con todo mi corazón, que ella sepa cuánto la queremos todos y el ejemplo de tolerancia que ha sido en estos últimos años.