lunes, 7 de septiembre de 2015

El que tal vez sí era

Hoy me recuerdo de alguien que, con el paso del tiempo, he logrado ver que es alguien muy especial y que siempre tendrá un lugar en mi vida. Pues hoy me lo topé en una de mis redes sociales.
Recordé cómo hace tiempo yo lo negué y juré que él definitivamente no era opción para mí, que estaba loco y eso no me gustaba ni me convenía... Aunque ahora me doy cuenta que no estoy tan lejos de esa locura.
Sentí un pequeño dolor en el centro de mi pecho, como si él hubiera significado más de lo que me permito admitir. Pero he seguido negándolo todo, diciéndome que no me importa en absoluto lo que pase con él y su vida. Sin embargo, sigo sin poder explicarme ese pequeño miedo que sentí al hacer clic en su perfil.

Las cosas fueron así.
Lo conocí como a cualquier persona, gracias a amigos en común, en algún lugar que ya ni recuerdo. El "clic" fue inmediato y el tiempo voló mientras intentamos conocernos lo más posible. El siguiente paso lógico fue intercambiar números y, mueran de la risa, direcciones de correo para poder hablar en MSN. Hablábamos casi todos los días y todo era bastante increíble, tomando cada día más forma a relación seria y estable.
Yo era muy feliz, estaba con alguien que me atraía física, emocional e intelectualmente, que se preocupaba lo suficiente por mí, que tenía los mejores detalles del mundo conmigo, que me presumía en sus conciertos y con sus amigos y muchísimas cosas más.

¿Y qué hice yo?
Cagarme en todo, obviamente.

Todo era perfecto y soñado, hasta que él me pidió que le prestara un poco más de atención. Verán, en mi mente, eso significaba menos atención a mis amistades de esa época, lo cual no estaba dispuesta a sacrificar. Pregúntenme cuántos de esos "amigos" si quiera se acuerdan de mí ahora. Exacto, ninguno.
Poco a poco, empecé a sumarle defectos: era muy "intenso", quería una relación muy seria muy rápido, tenía un hijo, etc.

Terminé la relación que nos tomó meses construir diciéndole que todo iba muy rápido para mí, que yo no podía lidiar con que tuviera un hijo de un matrimonio previo (viéndolo bien, eso jamás me importó) y que necesitaba espacio para pensar.
Ugh, hasta asco me doy cuando me acuerdo.

En fin, él insistió un par de veces más, asegurándome que estaba totalmente enamorado de mí y que todo podía tener una solución si yo lo quisiera. Y yo le dije que no.
Me convencí luego que él no sabía tomar decisiones para su vida porque estaba loco.

Ay, el que al cielo escupe....

Años después, él me buscó para decirme que ya me había perdonado por la forma en que lo lastimé. Me di cuenta, ese día, que la loca que no sabe tomar decisiones para su vida era, obviamente, yo.

Hoy que lo vi, sentí entre tristeza y enojo. Enojo conmigo misma, obviamente.
¿Cómo puedo reclamar siempre que ya nadie quiere algo serio y estable si cuando lo tuve lo desperdicié de esa forma?

No sé, sinceramente, qué será de su vida pero imagino que debe estar con alguien que sí lo aprecia y sí lo merece.