miércoles, 24 de noviembre de 2021

El merequetengue

 Me ha costado muchísimo poder llamar a mi merequetengue por su nombre... Ha sido muy difícil poder asumirlo y poder digerirlo. 

Sabía que esta entrada de blog vendría, pero me sigue costando escribirla y no sé cuánto tiempo me lleve hacerlo.

Pero voy a iniciarla contando lo orgullosa que me siento de cómo he salido adelante en estos días, de cómo mi cuerpo ha respondido positivamente a todos los cambios tan fuertes y cómo mi recuperación ha ido mejor de lo que pensé. 

Entré a operación a las 9am y a las 11:10 estaba despertando, no esperaba el dolor tan terrible que vendría en ese momento y, al mismo tiempo, pensé que ese dolor jamás se iba a ir. 

Para poder darle al merequetengue su nombre real, necesito regresar en el tiempo y contar sobre el día que me cambió la vida para siempre. 


31 de agosto del 2021

Me desperté a las 5am y a pesar de que todavía estaba oscuro, me levanté para ir a sentarme a mi sala. Lamentablemente, al hacerlo sentí un dolor extraño en mi pierna pero asumí que estaba durmiendo mal o que mi cama ya estaba muy vieja y necesitaría cambiarla para dormir más cómodamente. 

Si embargo, el dolor pasó a ser una incomodidad horrible, sentía la pierna pesada, la sentía entumecida y no podía apoyarla completamente. 

Para la 1pm de ese día, yo sabía que tenía que ir al hospital porque tenía miedo que fuera algo muy serio y que no verlo a tiempo pudiera costar mi salud, mi pierna o mi vida. 

Mi instinto tenía razón, llegué al hospital y, a pesar de ser un hospital de buen nombre, se tardaron tanto en atenderme, que me generaba aún más ansiedad y preocupación de la que ya sentía. 

Finalmente llegó un médico tras otro a hacerme exámenes preliminares e intentar adivinar qué estaba pasando conmigo. Como ya me había pasado en algunas ocasiones en este año, todos los que pasaron también preguntaron si estaba embarazada. Estaba ofendidísima. 

Para poder darme un diagnóstico oficial, ordenaron que me hicieran un Doppler venoso (un tipo de ultrasonido que se hace en las extremidades con el fin de producir imágenes de las venas y se usa principalmente para buscar coágulos de sangre que estén complicando la circulación de la sangre), un examen completo de sangre y un ultrasonido abdominal completo. 

Recibí el diagnóstico una hora después, tiempo que pasé canalizada y recibiendo suero. Las palabras de la doctora fueron directas: tenía una trombosis venosa profunda en la pierna izquierda. Estaban sorprendidos de cómo entré caminando al hospital y cómo yo repetía que no sentía dolor, sino solo incomodidad. 

Pero eso no era todo, tenía también una anemia severa, con mi nivel de hemoglobina en 8, cuando debería estar entre 12 y 16. La hemoglobina es una proteína que se encuentra en los glóbulos rojos y que se encarga de transportar oxígeno a los órganos y tejidos del cuerpo, así como transporta dióxido de carbono desde los órganos y tejidos hacia los pulmones. 

Y eso, aún no era todo. Gracias al ultrasonido abdominal completo, me encontraron un mioma uterino. La doctora hizo algún tipo de broma sin gracia, realmente, sobre cómo ella esperaba que fuera un embarazo el que estuviera escondiendo (en serio, ni cómo explicar las ganas de golpearle el rostro en ese momento) pero al ver falta de risa o respuesta a su imprudencia, procedió a explicar que este mioma podría ser el causante tanto de la trombosis como de la anemia. 

La solución era simple, según explicó la doctora, debían ponerme tratamiento intravenoso para deshacer los coágulos, hacerme transfusiones de sangre para nivelar mi hemoglobina y operar inmediatamente el mioma. En ese momento, pensé que nunca iba a salir de ese hospital y que estaría ahí hasta la Navidad. 

Afortunadamente, nos pusimos en contacto con el ginecólogo de la familia y su consejo fue pedir tratamiento ambulatorio para la trombosis y buscar a un especialista para tratarlo directamente y, sobre todo, no seguir dejando que el hospital nos cobrara una fortuna al salir. 

Entonces, me dieron el tratamiento ambulatorio sin haber recibido otro tipo de medicamento, más que el suero que me pusieron en cuanto llegué. Aparentemente, la heparina que yo necesitaba en ese momento me la merecía solo si me quedaba hospitalizada ese día, de lo contrario no. Dos días más tarde me enteré que esa heparina era necesaria haberla recibido en el momento que me diagnosticaron la trombosis. Esta gente cobró una fortuna por las 5 horas que estuve ahí y no pudieron siquiera darme el tratamiento que yo necesitaba en ese momento. Algo sigue sin tener sentido para mí en toda esa situación. 

En fin, pasé dos días muy raros, en los que apenas me podía mover y no se miraba mejora alguna en la pierna. 


2 de septiembre del 2021

Regresé al hospital, pero esta vez a otro hospital, uno más humano, uno donde su foco era atender a los pacientes y no ver cuánto dinero poder cobrarles luego de hacer su trabajo a medias. 

Mi ginecólogo me recomendó al médico internista que empezó a verme y ambos acordaron que era urgente que regresara al hospital a recibir el tratamiento que necesitaba. 

Esta vez, al canalizarme sí me pusieron la heparina que necesitaba, acompañada de inyecciones en el abdomen, todo con el fin de deshacer esos coágulos que tenía en la pierna. Permanecí hospitalizada por 4 días, aprendiendo a tenerme paciencia cada día y a ser muy fuerte. 

Me costaba un mundo dormir porque no podía moverme mucho, lloraba todas las noches porque sentía que nunca iba a estar bien y nunca iba a tener una vida normal otra vez, quería que todo acabara ya... pero también sabía que faltaba mucho y que debía enfocarme en el presente, en mi día a día. 

El tratamiento fue muy efectivo y mi cuerpo estaba reaccionando como debía, así que esa lucecita al final del túnel, que normalmente llamamos esperanza, estaba ahí y brillaba muy fuerte. 


6 de septiembre del 2021

Ya estaba en casa de mi mamá, ella me cuidaba como que era niña aprendiendo a caminar de nuevo y me tuvo más paciencia de la que me tenía yo misma. Empecé a aprender cómo adaptar mis nuevos cuidados a mi rutina diaria... bueno, realmente aprendí a crear una nueva rutina diaria, una rutina que estuviera enfocada en mi salud, en darle la prioridad que merecía y necesitaba. 

Durante mi tiempo de recuperación NUNCA faltó el imprudente que preguntaba cosas fuera de lugar, que aseguraba cosas que ni sabía y tampoco faltó esa gente que me escribió con el único propósito de decirme que ojalá nunca mejorara y al fin me muriera. 

Pero realmente, no tenía tiempo para ponerle atención a esa gente. Mi fuerza de voluntad y mis ganas de mejorar y vivir fueron más grandes y eso es algo de lo que siempre voy a estar orgullosa. 

Con los días, los moretes por las inyecciones, por la canalización, por las sacadas de sangre y demás, fueron pasando hasta desaparecer.

Esperaba que con ellos se fuera la trombosis también pero aprendí que no todo es tan simple. 


23 de septiembre del 2021

Finalmente llegó el día de ir a primer chequeo después de haber salido del hospital y tenía mucho ánimo y mucha fe en que todo estaría bien. 

A pesar de que todo se miraba muy bien y que mi pierna parecía ir progresando cada día, el doctor estaba preocupado porque escuchaba mi corazón muy acelerado y quería saber más. Así que me dejó más exámenes.

El más simple era un examen de sangre para conocer mis niveles de colesterol y triglicéridos. Pensé que saldrían altísimos y que viviría a dieta para siempre. Pero no fue así. 

Me ordenaron también exámenes para descartar enfermedades auto inmunes y enfermedades de las venas, circulación y coagulación de la sangre. El miedo a tener que recibir el diagnóstico de una enfermedad más seria era muy grande y casi no dormí en esos días pensando en los posibles resultados y en cómo mi vida sería diferente al estar consiente de tener que vivir con una enfermedad auto inmune. Pero no fue así. Todo parecía ir bien. 

Finalmente, tenía que pasar 24 horas con un Holter cardíaco para registrar mi actividad cardíaca y saber si había alguna anomalía. Antes de ponérmelo, investigué y encontré todas las cosas que pueden ser detectadas y diagnosticadas a partir de un Holter cardíaco... y otra vez, pasé noches sin dormir, días sin poder respirar bien, pensando en todas las posibles fallas que pudiera tener en el corazón, en los tratamientos que tal vez tendría que tomar, en los procedimientos que tal vez tendría que pasar, en todos los TAL VEZ...


6 de octubre del 2021

Llegué temprano a la clínica a que me pusieran el Holter cardíaco y pretendía pasar todo el día en paz y calma, según yo para ayudar a que los resultados fueran positivos. Estaban TAN equivocada.

Mi día estuvo lleno de drama, disgustos, sorpresas, enojos y finalmente lo terminé llorando desconsoladamente a las 11 de la noche (ahorita ya ni recuerdo por qué tanto llanto) y pensé que los resultados del examen parecerían un sismógrafo fuera de control. Pero no fue así. 

Sí presentaba una taquicardia ocasionada por eventos normales y naturales, pero en términos generales, mi corazón estaba bien y no había nada por qué alarmarse. 

Empecé a vivir más tranquila y buscando regresar a la normalidad, pero siempre sentía ese agujero en el estómago que me recordaba que aún faltaba algo, que aún debía resolver algo... 

Quería sentirme mejor para poder afrontar lo que aún faltaba, esa última cosa de la que no hablaba con nadie y que, de alguna forma, quería evitar porque sabía cuál sería el resultado. Aunque no estuviera confirmado por mi doctor, había una vocecita que me lo decía y yo no lo quería aceptar aún, no estaba lista. 

Pasé días enteros buscando ser feliz y tener en mi memoria días en los que me sentí plena. No funcionaba. Mi ansiedad crecía cada día y estaba afectando toda mi vida. 


3 de noviembre del 2021

Perdí el miedo, o más bien, decidí enfrentarlo. Y fui a la cita que tanto necesitaba con mi ginecólogo (tenía mucho tiempo de no ir con él y sabía que me iba a arrepentir toda la vida por haber sido tan negligente conmigo misma). 

Las palabras que tanto miedo tenía escuchar, finalmente se hicieron oficiales este día. "Te tengo que operar lo antes posible" me dijo, mientras tomaba mi mano y me aseguraba que todo iba a estar bien. Yo sabía bien qué significaba esa operación, por lo que no pude contener el llanto. No he dejado de llorar por eso desde ese día. 

Las palabras del doctor fueron firmes "la matriz está llena de miomas de distintos tamaños y ya no se salva pero todo va a estar bien en cuanto la saque". 

Al igual que la doctora que me vio aquel 31 de agosto, mi doctor pensaba que estos miomas eran los posibles causantes de la trombosis y la anemia.

Muchas personas no entienden el dolor que he sentido y hasta me han dicho "dichosa" por tener que pasar por esto. Personas cercanas a mí, que se supone me conocen y saben que en ningún momento me he sentido dichosa. 

Pero nuevamente, decidí enfocarme en mí y buscar apoyo en quienes desinteresadamente han estado ahí. Descubrí en esta ocasión que estoy rodeada de personas maravillosas, que las he elegido correctamente y que verdaderamente es como dice el dicho: "los amigos son la familia que podemos elegir". 

Desde este día, empecé a filtrar más y más a las personas, no porque sean malas sino porque no los necesito a todos. No necesito opiniones insensibles y comentarios fuera de lugar. No cuando estoy a punto de perder una parte de mi cuerpo.

Empecé a llenar mis días de preparativos para la operación, de planificar qué hacer mientras llega el día, de cosas que quería cocinar antes del procedimiento. 

Estaba más llena de ansiedad que nunca porque no me confirmaban la fecha de la operación y pasaba noches sin dormir pensando en eso. Sí, otra vez. 

Finalmente me confirmaron la fecha y empecé a llevar un conteo regresivo, a recibir las inyecciones que necesitaba los días previos, a sacar comida de mi casa para la casa de mi mamá, a hacer mi maleta oficial para el hospital...


18 de noviembre del 2021

Nunca voy a olvidar esta fecha.

Llegué al hospital el día anterior, llené los formularios de mi ingreso y me acomodé lo más posible para dormir en la camita horrible e incómoda del hospital. Gracias a mi ansiedad me recetaron una pastilla para dormir y poco tiempo después de tomarla, ya no sentí nada. 

Abrí los ojos y ya era de día. Finalmente era el día de mi operación. Estaba nerviosa pero aún adormitada por la pastilla de la noche anterior y así me llevaron a la sala de operaciones. 

En la sala de operaciones ya me esperaba el anestesiólogo, quien entre broma y broma me acomodó en la camilla, chequeó mis signos vitales, puso música y me explicó que empezaría ya a inyectarme para anestesiarme. En un par de minutos me sentí mareada y le dije que cerraría mis ojos ya. 

Abrí mis ojos y pude ver un reloj enfrente mío. Eran las 11:10. Ya había pasado mi operación. Me dolía hasta respirar y quise pedir que me durmieran el resto del día para no sentir. No pude hacerlo. 

Sí perdí sangre durante la operación y me hicieron una transfusión de sangre, la cual duró 8 horas, durante las cuales no me pude mover. Me sentía mareada, sentía náusea, sentía un dolor impresionante en todo el cuerpo. 

Odié a las enfermeras y a la doctora que estaban de turno ese día y esa noche. Estaba demasiado incómoda y sentía una tremenda desesperación.

Mi doctor llegó en la noche, me dijo que no había sido una operación fácil pero que había salido mejor de lo esperado y me confirmó que mi matriz ya no estaba. 


19 de noviembre del 2021

La mejora que sentí al despertar fue tan grande y me sentí más tranquila y, al mismo tiempo, muy orgullosa de mi cuerpo por la lucha que estaba haciendo. 

Sentía más ánimo y sabía que sí iba a estar bien. 

Llegó la doctora de turno y preguntó "¿es su primer bebé?" sentí que la pregunta me caía como un balde de agua fría. Corrigió inmediatamente "ay no, perdón, tú sos la de la histerectomía" y esas palabras me cayeron aún peor. El dolor que sentí al escucharlo tan crudo fue impresionante. 

Y entendí en ese momento que mi "merequetengue" tiene un nombre muy real, un nombre que no me había permitido ni siquiera pensar y que aún me cuesta pronunciar: histerectomía. Fue una histerectomía. 

Saldría del hospital al siguiente día y todo mejoraría. 


25 de noviembre del 2021

Esta es otra fecha que nunca voy a olvidar.

Tengo que ir a que me quiten los puntos de la operación, esperando aún medio nerviosa escuchar solo buenas noticias.

Mi mente me juega muy feo a veces y pienso mil cosas que pueden salir mal mientras voy en camino. Pero no fue así. 

Me quitaron los puntos y mi doctor me indica que todo va muy bien con mi recuperación, me recuerda que tengo que tener paciencia pero que todo va a estar bien. Pero con un brillo en sus ojos me da la mejor noticia del día: luego del examen de patología hecho a los miomas y la matriz que se quitaron durante la operación, oficialmente no hay nada maligno. 

Por primera vez desde aquel 31 de agosto, siento que puedo respirar en paz otra vez.

Decido terminar de escribir esta entrada que inicié en cuanto vine a la casa de mi mamá, saliendo del hospital. He llorado recordando cada paso de esta travesía que por siempre serán los meses en los que salvé mi vida. 

No ha sido fácil asimilar la pérdida y no espero que nadie lo entienda. Por eso mismo, no necesito que me hablen como con lástima, ni voy a tolerar comentarios fuera de lugar en el que me digan que "es mejor así" o que "¿en serio querías tener hijos?" y menos "puedes ser mamá de otras formas" porque solo me voy a alejar para siempre de esas personas. Sé que hay opciones y cuando esté lista emocionalmente, las podré ver. Los desconocidos que todavía me quieran recordar que ojalá me muera, pues sí, algún me voy a morir... como todos. 

Han sido pocos días pero ya tengo una Bucket List de las cosas que quiero al estar recuperada. Cosas que quiero hacer, cosas que quiero lograr, cosas que quiero ver, cosas que quiero aprender... En fin, duele y mucho pero la vida no se me acaba. 

Algún día voy a poder decir "histerectomía" sin llorar. O tal vez nunca lo logre. Pero para mientras, sigo acá. Aprendiendo otra vez a tenerme paciencia, aprendiendo a ver siempre el lado positivo de todo, aprendiendo a no darme por vencida... pero lo más importante, aprendiendo a hacerme a mí misma mi más grande prioridad. 


Si leyeron hasta acá, muchas gracias por ser parte del mundo de esta ya ni tan amargada personita. 


sábado, 13 de noviembre de 2021

13 de noviembre, 2021

Ya tengo fecha oficial y eso me da tranquilidad, mucha tranquilidad. Estoy lista. 

Pero no quiero llegar a ese día sin expresar la culpabilidad que me asalta a cada rato. Todo esto me está pasando por mi culpa, porque nunca pude amarme lo suficiente como para entender lo vital e importante que era mi bienestar. 

Me hice muchísimo daño físicamente desde que era adolescente y a mis 34 años, vengo a pagar unas consecuencias tremendas. 

Tanto quería ser mamá, que yo misma colaboré a que eso nunca vaya a suceder. No es ni siquiera irónico, es estúpido. 

Estoy molesta conmigo misma y estoy triste. 

No sirve de nada llorar sobre leche derramada, como dicen. Pero al menos ya lo expresé. 

Al mismo tiempo, sé que todo pasa por algo y que no todas las mujeres nacemos para poder dar vida, sé que hay otro propósito para mi vida y aunque por ahora no lo pueda ver claramente, pronto lo haré.

Lo que definitivamente es una constante en todos mis procesos, es lo necesario que es que yo sepa ser fuerte y que sepa abrazarme a mí misma. Tengo una red de apoyo emocional muy linda ahorita, con personas muy lindas y especiales... Pero también tengo que apoyarme yo misma, animarme yo misma, no dejar que yo desmaye. 

Y esto, vengo aprendiendo, es parte de amarme a mí misma. Aunque sea algunos años tarde, pero estoy lista para darme todo ese amor y cuidado que yo merezco darme. 

Ya conozco las consecuencias de no hacerlo y sé que esa actitud de derrota no combina con todo el amor que tengo para darme. 

Estoy nerviosa pero muy decidida a iniciar una nueva etapa en mi vida, una etapa llena de amor, de compasión, de cuidado hacia mí. A partir de eso, mi manera de ver la vida será diferente y me emociona mucho, de cierta forma. 


jueves, 11 de noviembre de 2021

11 de noviembre, 2021

 Hoy no fue un día fácil. 

Lloré mucho por lo que estoy perdiendo. Y es que creo que el problema está precisamente en que lo veo de esa manera. 

No sé si alguna vez yo iba a tener la suerte de dar vida, no sé si alguna vez iba a estar en las condiciones adecuadas. Siempre quise creer que sí llegaría ese día. Sabía hasta qué nombre tendría mi hijo, qué canción le cantaría, con qué melodía bailaríamos, una idea, aunque muy vaga, de cómo sería mi estilo de crianza... Y en menos de cinco minutos todo eso se esfumó. 

Pero evito pensar mucho en eso, mi prioridad debe ser mi salud y recuperarme totalmente. Sé que pronto será así. 

Para mientras, he empezado a amar muchas cosas de mí que antes no me gustaban. Mis manos, por ejemplo, siempre me parecieron feas y no me gustaba verlas. Ahora las miro todo el día, las encuentro tan hermosas. Más allá de cómo se ven, amo todo lo que puedo hacer con ellas, las creaciones que gracias a ella me permito hacer en la cocina, mi verdadera pasión. 

Mi voz tampoco me gustaba y ahora estoy fascinada con ella, mis amigos cercanos pueden dar fe de cuántas notas de voz envío ahora, a pesar de que antes las odiaba. Y es que mi voz, me permite comunicarme a la perfección. 

Cada día encuentro algo de mí que me enamora y esa es una lección que no esperaba recibir pero que tampoco me molesta. 

Yo sé. Yo sé que no tiene nada que ver una cosa con otra, pero esa es mi lucha diaria. Dejar de pensar en lo que me entristece para enfocarme en lo bonito que tengo. Intentar con todas mis fuerzas no dejarme vencer por el desánimo para que mi recuperación no sea aún más dolorosa. 

Sé que cuando mi cuerpo esté recuperado, podré seguir tratando este duelo, esta tristeza. 

Pero por ahora, solo sé que todo va a estar bien. 

Todo va a estar bien. 

miércoles, 10 de noviembre de 2021

10 de noviembre, 2021

 Empecé mi día sin recordar qué fecha era pero de repente sentí el golpe en el corazón cuando vi la foto de mi papá que tengo en la sala, hoy era su cumpleaños. Ah... cómo lo extraño y cómo me duele no poder abrazarlo. 

Y entonces vino una ráfaga de pensamientos sobre todo lo que está pasando... cómo quisiera que él me abrazara y me dijera que todo va a salir bien. Cómo quisiera saber que voy a despertar y él va a estar ahí cuidándome. Cómo quisiera muchas cosas... 

Y entre tanto pensamiento, también llegué a la conclusión de que él siempre está en mi corazón, me acompaña siempre y estaría muy orgulloso de todos los cambios positivos que he hecho en mi vida en este año. 

Hoy lloré, por supuesto que lloré, pero también sonrío mucho porque me siento muy afortunada de haberlo tenido en mi vida. Lástima que no fue más tiempo pero el tiempo que tuvimos fue perfecto, el tiempo que compartimos me enseñó a encontrar alegría siempre y a verle el lado bueno a todo.

¿Por qué no ponerlo en práctica ahora? Sí, estoy nerviosa, muy nerviosa. Pero también estoy emocionada porque mi salud mejorará significativamente, porque a partir de esto, iniciará una nueva etapa en mi vida. Es como un regalo poder empezar de cero. Ya sé qué debo evitar o adoptar para estar bien, actitudes, costumbres, personas... Todo va a estar bien. 

En cuanto a mi papá, me sigue encantando la idea de que él está conmigo siempre, especialmente cuando mis fuerzas flaquean. Así que estoy segura que no solo estará conmigo al salir de quirófano, estará conmigo cuando yo esté siendo operada y eso me da más paz que nada en este mundo. Él que fue el hombre más sereno del mundo, me está regalando de esa serenidad que tanto necesitaba.

Por hoy, decidí leer sobre cosas que me gustan, escribir mucho, planificar lo que haga falta hasta que llegue el día y hacer una lista de las cosas que quiero hacer al recuperarme, un Bucket List post-merequetengue. 

Para mientras me sigo repitiendo que todo va a estar bien. 

Todo va a estar bien. 

lunes, 8 de noviembre de 2021

8 de noviembre, 2021

A partir de hoy, escribiré un diario como ejercicio para calmar mi mente y darme claridad en muchos aspectos. 

Parece imposible, a veces, dejar de comparar personas, situaciones, sentimientos del pasado con el torbellino de emociones y pensamientos que me inundan en estos momentos...


Hace algunos años, perdí a mucha gente que consideraba amigos. En el ratito no fue bonito y claro que me dolió pero ahora que me encuentro recordando a algunos de ellos, me doy cuenta que no los he extrañado, que no eran fundamentales en mi vida y que sobreviví perfectamente bien sin ellos. 

Lo que me llevó tiempo entender y, tal vez, hasta hoy estoy logrando unir cada punto, es que aparte de que esas personas no eran amigas realmente, fue una forma de empezar a vivir por mí y para mí. 

En esa época, yo acababa de vivir algo traumático y muchas personas se alejaron porque no les gustaba cómo YO reaccionaba a lo que YO estaba viviendo. Muchas personas parecían reclamarme el que actuara de acuerdo a lo que YO sentía. 

Y estaba muy complicado, la verdad, tener que vivir por alguien más y de acuerdo a lo que alguien más espera de uno, ¿no?

Al final, comprendo perfectamente que esa gente debía irse de mi vida porque ese ciclo debía terminar y ya. 

Esos tiempos fueron muy oscuros para mí y mi único objetivo era terminar con el dolor que sentía, quería dejar de sentir, dejar de llorar, dejar de vivir. 

Muchas cosas han pasado desde esos tiempos para ahora... sin embargo, sé que estoy cerrando o terminando otro ciclo de mi vida. Estoy dejando atrás personas, otra vez, y cosas que pensé que siempre serían parte de mí. Esta vez, estoy dejando atrás sueños que siempre tuve y con ellos, un sentido de seguridad. 

Pero siento que mi forma de verlo todo ahora ha cambiado, no me duele perder personas, o al menos no duele como dolió hace años... Simplemente agradezco por las personas que siguen conmigo en esta etapa y en todo lo nuevo que viene. 

Estoy soltando un sueño, y es uno grande, pero estoy segura que vienen más sueños que sí podré cumplir. No me interesa ya saber si alguien más está de acuerdo a cómo enfrento mis batallas porque tengo más claro que la única opinión que debe importarme es la mía.

Antes pensaba que era una actitud egoísta y me daba vergüenza buscar mi bienestar emocional pero ahora entiendo que no es egoísta, es lo mejor. 

Una vez más, comprendo perfectamente que muchos no pueden quedarse, que deben estar de lejitos, digamos, nada más. Ahora lo estoy entendiendo antes y más rápido. 

Es irónico, hace años cuando lo único que quería era morirme, mi salud estaba en perfecto estado. Y ahora que mi salud es la que está en la línea, no quiero nada más que vivir. Qué contrariedad. 

Pero, al mismo tiempo, qué perfecto que mi ganas de vivir ahora sean tan fuertes. Lo suficientemente fuertes para saber que esto lo voy a ganar YO. Por mí. Para mí. 

miércoles, 7 de abril de 2021

Regresar a mí

Escribiendo el título de esta entrada, empecé a analizar cuándo fue que me perdí a mí misma, cuándo dejé de ser yo, cuándo comprometí mi esencia y lo que me hacer ser... pues, yo. 

¿Por qué siento que me estoy reencontrando hasta ahora?

Pensé en todos los pasos que he dado, los lugares que he visitado, la gente que he abrazado, las experiencias de las que he aprendido y ¡vaya si tengo un buen repertorio!

Me tocó adaptarme a muchas situaciones que no quería vivir y enfrentarlas porque no tenía otra opción. 

Me tocó vivir las consecuencias de mis malas decisiones y repetirlas hasta aprender la lección. 

Pero también he podido ver el fruto de ser perseverante en lo que me gusta y en lo que me apasiona. 

Me he podido dar la oportunidad de elegir mil veces cómo escribir mi historia, permitiéndome tomar lo mejor de ciertos lugares, ciertas personas, ciertas emociones. 

Y creo, firmemente, que todos los caminos que transitamos en esta vida nos van formando, nos vamos quedando con pedacitos de las calles que caminamos y los convertimos en partes de nuestra personalidad, siendo estos pedacitos nuestra historia en realidad. 

Muchas veces decimos que "siempre hemos sido de una u otra forma" y, a pesar de que definitivamente hay cosas de nuestra esencia que no podemos cambiar nunca, me gusta pensar que hay cosas que podemos ir agregando o quitando para mejorar nuestra esencia y quienes somos. Nuestro "yo". 

Entonces nunca me perdí, nunca dejé de ser yo, solo he sido yo en diferentes experiencias, con diferentes niveles de aprendizajes, con diferentes heridas y cicatrices. Y al final, nunca voy a dejar de aprender y de buscar cómo mejorar como persona. 

Ahora que lo veo de esta forma, tal vez ya no me estresa el pensar que tengo una meta a la cual llegar en determinado tiempo, solo disfruto el camino en el que estoy cada día y aprovecho a aprender todo lo que pueda. 

Pero más que nada, agradezco TODO lo que me ha hecho ser yo hasta ahora. Todo lo que me ha lastimado, todo lo que me ha causado ilusión, todas las veces que el corazón se me quebró en mil pedazos y todas las veces que lo reconstruí de nuevo. 

Agradezco todo lo que he aprendido, todo lo que logrado soltar, todas las actitudes destructivas que he dejado atrás y todas las actitudes de amor propio que he ido adoptando. 

Agradezco por las personas que siempre están, las que siempre han estado, pero más que nada, por las personas que ya se fueron y ya no son un problema para mi vida. 

Y así es como cada día voy a regresando a mí. 


Hasta la próxima, my darlings. 


Joyce, la amargada. 🤘😎