Qué nervios, qué emoción... empezando a redactar esta entrada, me doy cuenta que es la #100. De dónde saco tanta babosada, saber, pero qué alegre y espero sean muchas más.
Pero hoy sí, a lo que vamos, el relato culero del día.
Hace algún tiempo, conocí a alguien en alguna dating app (ya saben que me ahorro detalles e identidad para luego también ahorrarme problemas je je), empezamos a platicar un poco cada día y aunque confieso que no era mi tipo porque yo, super atarantada, pensé que era el oooootro man que salía en su foto. Para cuando ya me agregó en WhatsApp pensé "ahquelachingada" pero la verdad es que era interesante y agradable platicar con él y asumí que podía ser una invitación de la universa a darle chance a alguien que no cumplía con mis patrones de siempre (ya que seguir dicho patrón tampoco me había llevado a nada bueno).
No duró mucho el tiempo de conocernos, la verdad, y fue por algo muy en específico: en alguna de nuestras conversaciones, me dejó claro que él no ve el cariño hacia una mascota como algo positivo, que es algo que no tolera y que le parecía bonito que tuviera mi gato pero que jamás iba a aceptar que mi gato fuera prioridad antes de él... "eventualmente, tendrás que elegir entre el gato y yo".
Les juro que estaba totalmente impactada y me reí bastante porque genuinamente pensé que estaba bromeando, pero cuando noté que estaba hablando en serio, no pude evitar responder un "no hay necesidad de esperar al tal 'eventualmente'... yo de una vez elijo al gato".
La comunicación murió, no volví a saber nada él y estoy perfectamente bien con eso.
Aprendí, también, que mis prioridades personales no van a cambiar y no son modificables de acuerdo a alguien y, con mucha vergüenza, recuerdo que a veces las moldeé para encajar con algún man que al final tampoco me eligió.
Así que, con mucho orgullo ahora, puedo decir claro y fuerte que elijo al gato.
Hasta la próxima, my darlings!