martes, 8 de diciembre de 2015

Heridas al Autoestima

Es la primera vez que hablo extensamente sobre esto y que lo hago públicamente, pero aquí vamos...

Era el 2001.
Una Joyce de 13 años buscaba ser aceptada en el nuevo colegio donde estudiaba... No era fácil ser la nueva, iniciando secundaria, a media pubertad... todo junto era una pesadilla épica.

Me gusta pensar que siempre fui una persona segura de mí misma pero resulta que eso no era así.

Tomó solo un pequeño comentario junto con la mirada más odiosa y la risa más burlona para desequilibrarme el mundo... "Sos muy gorda para encajar con nosotros" dijo ella, nunca he olvidado las palabras. (Vale mencionar que en esos tiempos yo pesaba apenas 110 libras)

Ese comentario me quitaba el sueño, no me dejaba poner atención porque todo lo que hacía era ver qué hacían ellas, las niñas "perfectas" de la clase, sentía la presión por ser como ellas para poder ser alguien. Yo sé, es una ridiculez y lo sé ahora, pero a mis 13 años, eso era demasiado importante para mí.

Noté, entonces, que las niñas perfectas no comían en todo el día o tenían solo alimentos light... Nunca iba a lograr que mi mamá comprara comida light para su única hija en plena etapa de desarrollo y crecimiento (y más que nada, porque no la necesitaba), así que opté por lo que, según yo, era lo más fácil. Dejé de comer.

Al principio era muy difícil, no podía aguantar el hambre y terminaba comiendo eventualmente. Me frustraba, me enojaba y lloraba histéricamente por ver que mi plan no estaba funcionando.

Pero el cuerpo humano es muy curioso y se va acostumbrando aun cuando lo maltratamos, así que poco a poco empecé a comer menos y menos.
No tienen idea de cuánta comida escondí de mi familia, cuánta comida regalé y, lo peor, cuánta comida tiré.

Para la mitad de ese año, mis uniformes ya no me quedaban y mis suéteres se veían flojísimos, siempre di como excusa que me gustaba usar así la ropa, pero amaba lo rápido que estaba bajando de peso.

Una noche, desperté con un dolor inusual en el pecho y estaba segura que me estaba muriendo.
El doctor me diagnosticó una esofagitis, me recomendó que me fijara horarios estrictos de comida para no perderme ninguna y no empeorar mi condición. Me recetó unas pastillas que debía tomar 15 minutos antes de cada comida. Y fue ahí donde llegué a mi punto más bajo... Descubrí que las pastillas me quitaban el hambre (no, no les voy a decir cuáles son) y llegué a tomarme hasta 6 - 7 al día.

Dejar de comer era más fácil porque las pastillas ayudaban a que no sufriera hambre y entonces empecé a bajar aun más peso.
Pero al mismo tiempo, sentía cómo mis piernas ya no me podían soportar como antes, realizar cualquier actividad física exigía demasiado de mí y no aguantaba.
Noté que ni mi pelo, ni mis ojos brillaban ya.
Sabía que lo que estaba haciendo no era correcto, sabía que me podía morir... pero no podía parar.

Para finales de ese año, estaba tan débil que solo podía dormir, el colegio ya había terminado y yo nunca había sido lo suficientemente buena para las niñas "perfectas". Sabía que me estaba matando lentamente por nada y que no valía la pena.

Y entonces, llegó el día... me desmayé enfrente de toda mi familia porque mi cuerpo ya no se podía sostener de lo débil que estaba. Pensé que al fin me había muerto.

Pero cuando desperté, reaccioné.
Sabía que no iba a ser fácil, pero que tenía que comer, recuperarme y, principalmente, cuidar esa esofagitis.

15 años después, yo sigo viviendo con la esofagitis y las pequeñas consecuencias de ese error tan grande, de esa decisión tan estúpida y de esa falta de carácter y personalidad.

Sí, me arrepiento pero mejor me enfoco en lo que aprendí de todo el asunto: NADIE en esta puta vida me va a decir si soy suficiente o no. Porque sé que lo soy.

No soy perfecta pero soy feliz como soy (o al menos intento serlo) y aunque tengo mis episodios donde lo negativo de mí gana, lucho cada día por superarlo, aceptarme tal cual soy y buscar lo mejor para mí.

Termino con algunas imágenes, muy fuertes, para que pensemos todos en las consecuencias de no amarnos cómo somos. Nadie debería verse así, jamás.




No hay comentarios:

Publicar un comentario